miércoles, 27 de marzo de 2013

Un mal día


Ainara entra en clase veinte minutos después de que ésta empezara. Lleva el pelo suelto y algo despeinado. Su cara, roja como un tomate, y su respiración trabajosa dejan ver que ha venido corriendo. Tira la mochila al suelo sin preocuparse por los daños que puedan sufrir los libros en su interior y ocupa su sitio junto a Azahara.
-¿Qué te ha pasado?
-No he oído el despertador, acabo de oír tu llamada y he venido lo más rápido que he podido.
-¡Ainara! Ya que te has perdido media clase es cucha la otra mitad. Tus notas no son como para andarte saltando clases- le regaña el profesor de matemáticas.

Ainara asiente y le hace un gesto a su amiga como diciendo “luego te cuento”. Al final de la clase el profesor les entrega los exámenes, que hicieron hace dos semanas, corregidos. Azahara sonríe al recibir el suyo, ha sacado un nueve, las matemáticas siempre se le han dado bien, en cambio, su compañera ha suspendido. El timbre indica el final de la clase y el profesor recuerda a sus alumnos que deben traer el examen firmado en la próxima clase.

-Tu madre te va a matar.
-Ya, pero es que no entiendo las matemáticas. Haga lo que haga siempre me suspende, yo creo que me tiene manía. 
-Sí, como todos últimamente. Tal vez si probases a estudiar un poco la cosa cambiase, ¿no?
-¿Estudiar? ¿Qué es eso?
-Nada, déjalo eres incorregible. ¿Qué era eso que me tenías que contar?
-Ah, sí, seguí tu consejo.
-¿Y?
-Que funcionó, estoy saliendo con él.
-¿Ya? ¿Tan pronto?
-Sí, ¿no te alegras?
-Sí claro, no es eso, es que no me lo esperaba, ¿no vas demasiado rápido?
-¡Qué va! Eres tú la que va lenta.
-Será eso.
-Es maravilloso, Azi, el sentir que alguien piensa en ti, que te quiere, y sus besos…me enamoran sus besos. Estoy muy feliz ¿no me ves distinta? ¿Mejor?
-Sí, se te ve bien. Oye, yo quería decirte algo.
-Claro, dime.
El timbre interrumpe su conversación y el profesor de biología entra en su aula.
-Luego me cuentas, ¿sí?  

Azahara asiente pero no encuentra el momento para hablar con su amiga de Bruno porque Ainara no para de hablar de su novio y de lo bien que besa y de lo guapo que es y de mil chorradas por el estilo.

Eso le pone de mal humor. Y ese mal humor se incrementa al llegar a casa y descubrir a su hermano todavía en pijama tirado en el sofá.
-¿Y tú qué haces ahí? ¿No deberías estar viniendo de clase?
-Es que estoy malo, me encuentro fatal, me duele mucho la cabeza y tengo fiebre.
-¿No era hoy cuando tenías examen de lengua?
-Sí, tendré que hacerlo otro día.
-Tenías que haber ido a clase, Dani.
-Estaba malo, Azi, además la prima me ha dejado quedarme en casa.

La joven deja la mochila en su habitación y va a la cocina donde come su prima.
-¿Por qué has dejado que Dani se quede en casa?
-Está malo.
-Irina, por favor, ¿cuántos niños malos has visto en tu vida? ¿Ninguno? Dani está más sano que una lechuga, está fingiendo para no hacer un examen.
-¿Y?
-Que no puede hacer eso, tiene que ir a clase y punto.
-Pero no había estudiado.
-¡Pues que suspenda!
-Azi, no pasa nada porque se salte un examen.
-Sí que pasa y tú no eres nadie para darle permiso para hacerlo ¿entendido? De la educación de Dani me encargo yo.
-No te pongas así. Lo siento ¿vale? Si te he molestado, lo siento. No lo volveré a hacer, no te preocupes- Irina deja  la cocina notablemente molesta.

Azahara coge una manzana del frutero, recoge su abrigo y las llaves y se marcha. Necesita aire puro. Camina despacio con las manos en los bolsillos hasta llegar al parque. Allí, se sienta en un banco y observa cómo el agua cae en la fuente. Hay momentos en los que siente que se equivocó al aceptar que que su prima y Leo viviesen en su casa. Antes de que ellos apareciesen, ella y su hermano estaban muy unidos pero ahora lo siente cada vez más lejos, es como si Dani prefiriese a Leo y a Irina antes que a ella y eso le duele. Además, hace tiempo que no siente a su prima tan cercana como antes, ya no le cuenta nada, ni siquiera le ha contado lo de su pelea con su novio, Azahara lo sabe porque les oyó reconciliarse, nada más. Y Leo…es majo y tal y la cocina se le da de maravilla, pero a veces tiene un pronto que no le gusta nada, como el día en que le echó una bronca enorme a Dani sólo porque al niño se le había caído uno de los mandos de su consola. En resumen, que ya no se siente cómoda en su propia casa. Tal vez haya llegado el momento d e decirle a Irina que deben abandonar su casa.

Tan absorta como está en sus pensamientos no se ha dado cuenta de que ha empezado a nevar.
 

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