Cuatro menos cinco de la tarde. Azahara escucha música
tumbada en el sofá. Suena el timbre. ¿Quién será a estas horas? Se levanta y
abre. Su prima Irina aparece ante sus ojos.
-Cualquiera diría que has visto un fantasma, prima.
-No te esperaba.
-Dije que vendría. ¿No has leído mi mensaje, el de esta
mañana?
-Sí, pero es muy pronto.
-No, es la hora perfecta para que tú y yo nos vayamos de
tiendas.
-No me apete…
-No acepto un no por respuesta así que te arreglas y nos
vamos. No te preocupes por la cartera, pago yo.
-Eso sí que no.
-Será tu regalo de cumple. Ah, por cierto, felicidades.
Azahara resopla.
-Voy a prepararme.
Está en su habitación buscando una chaqueta que combine con
su nueva camiseta cuando cree oír el timbre. Ya está preparada, sale de su
habitación y se reúne con su prima.
-¿Han llamado? Me ha parecido oír el timbre.
-Yo no he oído nada. Anda, vámonos.
Hasta que no han pasado un par de minutos desde que se
cerrase la puerta, Bruno no sale de la habitación de Dani. Sergio y Lía no
tardan en aparecer y la casa empieza a adquirir un toque más festivo.
Azahara va sentada junto a su prima en el autobús. Siente
cómo la mirada de la anciana que acaba de entrar se fija en ella, en ese vestido
que su prima ha insistido en que se comprase y se llevase puesto. Es bonito
pero demasiado fresco para un día como este, en la calle no deben de superarse
los doce grados. La señora sigue mirándola así que ella le dedica una sonrisa y
se pone a mirar por la ventanilla. Al llegar a su parada y bajarse del bus se
tropieza y de no ser porque Irina la ha cogido del brazo se hubiese caído. Son
esos malditos tacones que “no podemos dejar en la tienda con lo bien que te
quedan” y que “quedan perfectos con el
vestido”. Tiene que reconocer que andar con tacones no es lo suyo a pesar que
Lía le haya prácticamente obligado a usarlos últimamente. Irina parece
divertirse con la situación.
-¿Por qué te ríes? No es gracioso.
-Tú eres graciosa.
-¿Yo?
-Sí, porque parece que te diese miedo andar. No se van a
romper.
-Sí que se rompen, lo vi en una peli el otro día.
-Ya, y yo he visto
Crepúsculo
y no por eso creo que los vampiros existan.
-Es distinto- la joven se baja un poco el vestido ante la
mirada reprobatoria de otra señora-. Otra vieja mirándome. Debo parecer un
payaso.
-¡Qué va! Estás muy guapa. Además ya no te van a mirar más
viejas, ya llegamos.
Mientras suben en el ascensor Azahara observa su reflejo. No
tiene tan mal aspecto después de todo.
-Te falta algo de maquillaje- le dice
su prima sacando del bolso una esponja con
maquillaje y extendiéndoselo a base de golpecitos-. Y un poco de pintalabios.
Ves, ya estás perfecta.
Azahara vuelve a mirarse en el espejo y, sí, su prima tiene
razón, se la ve distinta y mucho más guapa, aunque esté mal que ella misma lo
piense. Y aprovechando la distracción de su prima, Irina coge el móvil y le
manda un
whatsapp a Dani para avisarle de que están llegando.
Llegan a su piso, el noveno, y salen del ascensor. Azahara abre la puerta del
apartamento y un “felicidades” gritado a coro le sorprende. Están todos: su
hermano, su abuela, sus primos, primas, tíos, tías, Sergio, Lía y Bruno. Y algo
le dice que esta fiesta es idea de este último.
-Anda, entra, no te quedes ahí- la empuja Irina.
-No me lo puedo creer, ¿todo esto es por mí?
-¿Por quién si no?
-Gracias, de verdad.
-¡Qué empiece la fiesta!-grita Bruno.
Azahara va saludando uno a uno a todos los invitados hasta
llegar a Sergio y Lía que están sentados en uno de los sofás con una chica a la
que no reconoce.
-Chicos, está genial. Me encanta cómo habéis dejado la casa.
-Lo sé, es cosa mía, no podía dejarlo en manos de estos dos,
ya los conoces- Lía se da cuenta de que su amiga está intentando averiguar
quién es la chica que está a su lado-. Esta es mi prima Valen, ¿te acuerda de
que te dije que quería presentártela? No te importa que la haya traído, ¿no?
-Claro que no. Encantada de conocerte, Valen.
-Lo mismo digo. Mi prima me ha hablado muy bien de ti.
-Hoy estás guapísima, Azi. Deberías ponerte vestidos más a
menudo.
-No sé, Lía. Os dejo que me están llamando.
Coge el móvil. ¿Bruno? ¿Por qué la está llamando? Lo busca
con la mirada por el salón pero no lo ve y pasa a la cocina. Ahí está.
-Bruno.
-Por fin te dignas a saludarme.
-¿Por qué me has llamado?
-Porque Lía es muy acaparadora y yo también quiero que me
agradezcas la fiesta.
-Ha sido idea tuya, ¿verdad?
-Pues sí.
-Gracias, Bruno. Eres el mejor.
-¡Eh! No me copies mis frases.
-Es que es verdad, no habría podido imaginar un cumpleaños
mejor.
-Exageras pero gracias. Por cierto, estás preciosa hoy. Te
sienta muy bien ese vestido y cada día te manejas mejor con los tacones- se
ríe.
-¿Te burlas de mí? Pruébatelos tú a ver cómo andas.
-Mejor que tú. Mi hermano y yo jugábamos a ponernos los
tacones de mi madre cuando éramos pequeños.
-¿En serio? De ti me lo creo pero ¿Hugo?
-Es casi tan infantil como yo, créeme. Pero dejemos de
hablar de mi hermano y de mí que hoy es tu día. ¿Te apetece que empecemos ya
con la tarta y los regalos?
-¿Habéis traído tarta y regalos?
-Claro, ¿dónde has visto tú un cumpleaños sin tarta ni
regalos? Anda, vete al salón que ahora lo llevo todo.
Una tarta de nata y chocolate de tamaño XXL.
-Te va a quedar tarta para otros dieciocho cumpleaños- se
burla su tío.
Dieciocho velas con trampa, de esas que no se apagan y una
mirada asesina a Bruno por gracioso. Unos cuantos regalos consistentes en un
sobre con dinero, un portátil de parte de la familia de Irina y llega el turno
de sus amigos.
-Te aviso de que comparado con el portátil lo nuestro es una
mierda- le advierte Sergio.
-¡No digas eso!-le riñe su novia-Lo que pasa es que nuestro
regalo es distinto, está hecho con el corazón.
-Anda, dáselo.
Azahara coge el paquete que Lía le ofrece. A primera vista
puede parecer un libro bastante grande. Quita la primera capa de papel de
regalo y se encuentra con otra. Y otra. Y muchas más. A medida que el tamaño
del regalo disminuye también lo hace su paciencia.
-Como no haya nada…
-¿No me creerás capaz de algo así?-bromea Bruno-. Yo nunca
haría eso.
Al fin consigue desenvolverlo del todo. Es un diario, pero
no uno cualquiera, está personalizado con fotos de los cuatro y una de Valen.
-Es precioso.
-No tanto como su dueña- murmura Bruno.
Sergio le da un codazo. Parece que nadie más ha oído su comentario-. Y para que puedas abrirlo siempre…
Bruno le entrega un pequeño paquetito. Este no tiene mil
capas de papel así que Azahara lo abre sin problemas. Es una pulsera con
adornos que cuelgan, uno de ellos es una pequeña llave que abre el diario.
-Gracias, chicos, me encanta.
La fiesta sigue su curso y a medida que la tarde avanza los
invitados se van marchando hasta que sólo quedan la abuela y una promesa de
Bruno de venir mañana para ayudarla a limpiar.
-Ese muchacho es un tesoro.
-Sí.
-Pero he echado de menos a Ainara. Sí, lo sé, ya no te
habla.
-Ni siquiera me ha llamado para felicitarme.
-Tú también la echas de menos.
-Claro, ha sido como mi hermana siempre y ahora no está.
Pero no quiero hablar de ella.
-Entonces cuéntame eso que te reconcome desde hace meses y
no te has atrevido a contarme.
-¿Qué?
-No te hagas la tonta conmigo que sabes perfectamente de lo
que hablo, niña, eso que querías contarme un día que viniste a verme pero no te
atreviste y me contaste una milonga sobre tu hermano.
-No es nada, de verdad, abu.
-Yo no me voy de aquí hasta que salga por esa boquita y no
intentes mentirme porque sabes que lo sabré.
-Es que…no
-Si es por Dani, no te preocupes, no se va a enterar.
-Vale. Verás…joder, ¡qué difícil es esto!
-Sin tacos, señorita.
-Perdón. Pues verás, el padre de Bruno…resulta que conocía a
mamá. Estuvo saliendo con ella pero no les dejasteis y mamá acabó casándose con
mi padre.
-¿El padre de Bruno? ¿Cómo se llama?
-¡Ay! No sé.
-¿Y el apellido?
-Fernández, creo.
-Ah, sí, ya sé de quién hablas, un buen muchacho sin duda.
Pero no es eso a lo que das tantas vueltas, ¿me equivoco?
-No, ese hombre me enseñó una carta de mamá que le dieron
cuando ella murió. Y ella decía…
-Dímelo, cariño, no tengas miedo.
-Que cuando se casó estaba embarazada de él. Y mamá se casó
ocho meses antes de que yo naciera.
-¿Si eres hija de ese hombre? ¿Ese es tu miedo? Pues no,
hija. Tu madre perdió ese bebé. Creo que nunca llegó a superarlo, le habría
encantado poder tener un hijo del amor de su vida.
-Pero no me salen las cuentas.
-Tú eras sietemesina al nacer, cariño.
-Eso lo explica todo. Pero, ¿por qué nunca me lo has
contado? Nunca me hablas de mamá, ¿por qué?
-No lo sé, creo que me avergüenzo de mi comportamiento con
ella, a veces pienso que si Diana no logró ser una buena madre con vosotros es
porque yo no lo fui con ella. Y aunque me cueste reconocerlo todavía no lo he
superado del todo, no puedo negar que ella era mi favorita y si ya es duro
perder a un hijo, imagínate.
-Lo siento, no sabía…
-Tenías que preguntar, yo en tu lugar hubiese hecho lo
mismo. Y tampoco me perdonaré haberla
separado de aquel hombre, el padre de tu amigo, ella nunca me lo perdonó
y eso es lo que más me duele.
-Seguro que sí te perdonó y si no, yo te perdono por ella.
Pero cuéntame algo más de ella, por favor.
-Tu madre era tan guapa como tú y tenía un carácter tan
parecido al tuyo… Cuando era pequeña decía que quería convertirse en la mejor
médica de la historia y que no se iba a enamorar, que los chicos eran unos
burros y que eran muy feos. Imagínate a una niña de unos ocho años diciendo
eso. Diana no era una niña que soñase con encontrar a su príncipe azul y vivir
como una princesita en su castillo, no. Le encantaba ser el centro de atención,
eso sí. Fue creciendo y convirtiéndose en una joven preciosa y, claro, la idea
de enamorarse ya no le parecía tan mala. Y cuando encontró a su príncipe azul
desterró completamente la idea de vivir sola. Era tan feliz con él pero… su
padre no lo quería y los padres de él tampoco así que nos aliamos y los
separamos. En ese momento tu madre cambió su carácter, que se volvió más agrio, no
nos dirigió la palabra durante años y se casó con ese hombre que os hizo tan
infelices. El resto ya lo conoces.