viernes, 24 de mayo de 2013

¿Celos?


Se escucha la melodía de un móvil. Es el de Lía. La chica aparece, coge el teléfono y vuelve a desaparecer por el pasillo.

-¡Lía! ¿Cómo estás?
-Muy bien.
-¿Sabes qué? ¡He aprobado! ¡Estoy dentro!
-¡Enhorabuena! Te dije que lo ibas a conseguir, no iban a perderse a la mejor bailarina del mundo.
-Exagerada. ¿Y tú qué tal con tu chico?
-Bien, por ahora.
-¿De qué hablas?
-Te dije que Bruno nos iba a presentar a una amiga suya ¿no? Pues resulta que es muy guapa y…
-Y tienes miedo de que te lo quite.
-No, no creo que ella me lo quite, es muy maja y no me haría eso. Es él el que me preocupa.
-¿Por?
-Porque he visto como la miraba esta mañana y…no era como se mira a una casi desconocida ni a una amiga.
-Él te quiere.
-Sí, pero ya sabes cómo es.
-Tonterías. Son todo paranoias tuyas, Lía.
-No, Valen, esta vez no. Lo sé, sé que le gusta esa chica.
-¿Tu sexto sentido?
-Of course.
-Tú cuídale.
-No va a valer con eso.
-¿Y qué pretendes?
-Buscarle novio.
-¿A quién?
-A la chica, ¿a quién va a ser?
-¿Y con quién vas a juntarla?
-Con Bruno, se le nota a leguas que le gusta.
-¿A Bruno? Esa sí que es buena. ¿Vas a ayudar a Bruno?
-¿Por  qué no iba a hacerlo?
-¿Porque no te cae bien?
-Igual ahora me cae mejor.
-¿Qué te han dado en esa casa para desayunar?
-Todavía no he desayunado. Y me da igual lo que digas, voy a ayudar a Bruno. Es lo único que puedo hacer para salvar mi relación.
-Tiene que haber otra solución.
-Pues cuando la encuentres me avisas, mientras tanto yo voy a seguir con mi plan.
-Estás loca, prima.
-Puede, pero le quiero y no pienso perderlo.
-Como quieras. Te dejo que tengo cosas que hacer. Cuídate.
-Bye, Valen.

La chica vuelve a la cocina con Azahara.
-¿Quién era?
-Mi prima, bueno la hija del marido de mi tía. La han cogido en una academia de baile. Un día de estos tengo que presentártela, estoy segura de que os llevaréis muy bien.
-¿Qué, chicas? ¿Acabáis?
-Bruno, cállate o te quedas sin desayuno.
-Esa es mi chica- responde Sergio.
-Estos chicos de hoy en día son muy señoritos, Azi.
-A mí me lo vas a contar, tengo un hermano pequeño así que imagínate.
-Siempre he querido tener un hermano…
-Anda, vamos a llevarles el desayuno.

domingo, 19 de mayo de 2013

Fiesta de pijamas


Azahara llega a casa congelada. Dani al verla le ofrece una taza de café caliente. Ella la acepta y se sienta junto a él en el sofá.

 
-¿Qué quería Bruno?
-Nada.
-¿Nada? ¿Te ha hecho ir para nada?
-Sí, sólo quería contarme una cosa.
-¿Qué?
-Ay, Dani, no seas cotilla.
-Porfi, porfi, cuéntamelo.
-No.

Suena el móvil de Azahara.

-¿Otra vez Bruno?
-No, es Ainara.
-Hola, Azi, ¿qué tal?
-Bien, pero…
-Oye, ¿puedes hacerme un favor? ¿Le puedes decir a mis padres que mañana hacemos un trabajo en tu casa?
-¿Por qué?
-Porque voy a quedar con mi novio y a mis padres no les hace mucha gracia que salga con él. Lo harás, ¿verdad? Gracias, no sé qué haría yo sin ti. Adiós, Azi, te quiero.
-¿Ainara? ¿Me ha colgado?
-¿Qué pasa?
-Ainara que tiene mucho morro pero no pienso seguirle la corriente, esta vez no, ya estoy harta.
-¿Y qué vas a hacer?
-Nada, pero si sus padres me llaman no pienso mentir.

Al final no tiene que hacerlo, no recibe llamada alguna, sólo un mensaje de Bruno: “¿tienes algún plan para el viernes? Pues ahora ya lo tienes, he quedado con Sergio (el de la peli) y su chica. Por favor di que sí.”

 
-Azi,¡qué pronto has llegado! Todavía no tengo todo listo.
-Pero ¿qué estás preparando?
-Te dije que era una fiesta de pijamas, ¿no? Pues habrá que preparar la cena digo yo.
-Creo que nos conformaríamos con unas pizzas.
-Yeso es lo que estoy haciendo. ¿Me ayudas?
-Claro- la chica le sigue hasta la cocina-. ¡Qué desastre! ¿Qué has hecho?
-Es que se me ha caído un paquete de harina y se ha roto.
-Anda, deja que te ayude a limpiar.

Diez minutos más tarde aparecen los amigos de Bruno. Sergio es un chico alto, guapo, con el pelo de un castaño claro y ojos oscuros. La chica que va de su mano, Lía, es más alta que Azahara pero menos que Bruno, y sus ojos azules contrastan con su corta melena castaña.

La noche avanza a una velocidad de vértigo. Los chicos se quedan dormidos a eso de las cuatro de la madrugada. Las chicas se van a la cocina para poder hablar sin despertarlos.

-Entonces, ¿os conocisteis en un concurso de dibujo?
-Sí, ganamos los dos.
-A mí nunca se me ha dado bien dibujar, bueno en realidad no hay nada que se me dé realmente bien.
-Algo habrá.
-Bueno, me gusta cocinar. Pero no es que sea una buena chef, Sergio dice que mi mejor plato son las patatas fritas.
-Tíos. ¿Cómo le conociste?
-Era el novio de mi mejor amiga. Ahora la he perdido pero ha merecido la pena, Sergio es lo mejor que me ha pasado. Es tan cariñoso, tan dulce, tan perfecto. ¿Tú tienes novio?
-No, no.
-Pues entonces no sabes lo genial que es. Bueno, creo que deberíamos dormir un poco.
-Sí.

Azahara se mete en su saco de dormir dándole vueltas a la conversación que acaba de tener con Lía. ¿Por qué todas dicen que es tan fantástico tener novio? ¿Será verdad? Y pensando en novios no puede evitar que él, que Bruno, aparezca en sus pensamientos. Y ese beso, ese beso que la hizo sentir como nunca. Y con esos dulces pensamientos se queda dormida.

Por la mañana, se despierta y ve cómo Sergio la observa fijamente.
-Buenos días-la saluda.
-Hola.
-¿Has dormido bien?
-Sí, ¿tú?
-Yo he soñado con un angelito.

Azahara empieza a sentirse incómoda por el rumbo que está tomando la conversación. Entonces, Lía se despierta, se sienta junto a su novio y le da un beso en los labios al cual él responde torpemente.
-Buenos días, Rosalía.
-¡Que no me llames así!
-¿Rosalía?-pregunta Azahara.
-Sí, me llamo así, pero no me gusta, prefiero Lía.
-Sí, es más bonito.
-Pues convence a este tontolaba que parece que no se entera.
-Anda tortolitos, dejad de discutir y preparad el desayuno- dice Bruno.
-Mira el señorito, ¿y si no quiero?-contesta su amigo.
-Ya vamos nosotras- interviene Lía.

Una vez que las chicas están en la cocina, Sergio y Bruno se sientan en el sofá
-¿En  serio no es tu novia?
-Que no, pesao.
-Es que es tan guapa…
-Oye, que tú tienes novia.
-De momento.
-¿Cómo que de momento? ¿Vas a dejar a Lía por Azi?
-¿Por qué no?
-Porque no merece la pena, Azi no quiere tener novio, además no eres su tipo.
-¿Y tú cómo lo sabes? ¿Te lo ha dicho?
-Sí.

lunes, 6 de mayo de 2013

Diana


-Es su madre- contesta señalando a la muchacha de la foto.
-¡¿Qué?! ¿Y por qué la pintaste? ¿De qué la conoces?
-Te lo contaré cuando venga.

Diez minutos después, Azahara, entra por la puerta. No le ha dado tiempo a arreglarse mucho, sólo se ha vestido y se ha peinado un poco.

-Gracias por venir con tanta premura.-la saluda el padre de Bruno. A la chica le sorprende ver que apenas se parece a su hijo.
-Bruno ha dicho que quería usted verme.
-Sí, pero no me trates de usted, ¿de acuerdo?
-Vale. ¿Para qué me habéis hecho venir?
-¿No te lo ha contado mi hijo?
-Apenas.
-No he tenido tiempo- se defiende el joven.
-Siéntate. Azahara, ¿no?- le pregunta el padre, ella asiente-. Le encantaba ese nombre.
-¿De quién estás hablando?
-De Diana, tu madre.
-¿Cómo sabes quién era mi madre? Si esto es una broma, es de muy mal gusto- la joven se levanta dispuesta a irse.
-No es ninguna broma.
-Azi, por favor, siéntate y escucha lo que mi padre tiene que decirte.
-Vale, pero como…
-Tranquila, no le faltaré en ningún momento a la memoria de tu madre. Entiendo que creas que no puede ser verdad pero sólo te pido que me escuches y juzgues por ti misma.
-De acuerdo. Te escucho.
-Conocí a tu madre hace mucho, apenas éramos unos niños, mi hermana y tu madre eran amigas desde siempre pero yo apenas la conocía. Hasta que un día, cuando ya teníamos unos quince años o así vino a casa a dormir. Mi hermana la había invitado pero yo pasé la mayor parte del tiempo con ellas. Después de ese día las visitas de Diana eran cada vez más frecuentes y acabé enamorándome de ella y ella de mí.

Bruno escucha la historia tan atento como su amiga. Su padre nunca le había hablado de sus amores de juventud.

-¿Y qué pasó?- pregunta.
-Empezamos a salir juntos. Nosotros éramos muy felices pero nuestras familias no veían con buenos ojos nuestra relación. Sus padres decían que yo era poco para ella, un hijo de panadero con una hija de banquero, nunca lo aceptarían. A mis padres tampoco les gustaba.
-Pero, has dicho que tu hermana y Diana eran amigas, ¿por qué no les iba a gustar para ti?
-Porque una cosa es amistad y otra amor, ellos decían que era una niñata pija y malcriada y que yo sólo era un juguete, que nunca lograría hacerla feliz.
-Pero no les hicisteis caso-interviene Azahara.
-No, nosotros seguimos con nuestro amor. Estuvimos juntos cinco años pero ni un milenio habría conseguido que nuestros padres lo diesen por bueno. Y consiguieron separarnos. Ella acabó casándose, por despecho con un hombre que la rondaba desde hacía tiempo y yo, al enterarme, le pedí matrimonio a mi vecina que, aunque yo no la quería, sabía que yo a ella le gustaba mucho y que aceptaría sin pensárselo ser mi esposa. Después de eso no volvimos a saber nada el uno del otro.
-Pero viviendo en la misma ciudad, en el mismo barrio, ¿nunca os encontrastéis?
-Por supuesto que sí, pero girábamos la cabeza y hacíamos como si no nos hubiésemos visto.
-Pero, ¿tú la seguías queriendo?- le pregunta Bruno.
-Sí, hijo nunca dejé de amarla y ella tampoco fue capaz de olvidarme a mí.
-Acabas de decir que no volvisteis a hablar, ¿cómo sabes que mi madre no consiguió pasar página?
-Me dieron una carta suya cuando murió.
-¿Quién?
-No lo sé. No la conocía y tampoco se molestó en presentarse.
-¿Y qué ponía en esa carta?-inquiere Bruno cada vez más interesado en la historia.
-Que nunca había dejado de quererme.
-¿Sólo eso?
-No, también me contaba otras cosas y…
-¿Y?
-Y que no podía más, que no podía seguir con su vida, que lo sentía mucho por sus hijos pero ya no tenía fuerzas para seguir adelante.
-Pero, ¿no explicaba por qué?- una lágrima resbala por la mejilla de la muchacha.
-Sí, estaba enferma, no sé qué era pero no le dejaba ser feliz así que decidió que su fin había llegado. Lo siento.
-¿Conservas esa carta?
-Es mi mayor tesoro.
-¿Podría verla?
-Claro, esperadme aquí.

El hombre se levanta y va en busca de la carta. Bruno toma asiento junto a la chica y la rodea con los brazos.
-Azi, ¿estás bien?
-Sí, perfectamente-dice pasándose la manga por las mejillas para secarse las lágrimas.
-Sé que es duro para ti.
-He pasado por cosas peores, créeme. Pero…es que mi madre lo era todo para mí y nadie me ha contado casi nada de su vida, es como si fuera casi una desconocida.
-¿Y tus recuerdos?
-Casi no tengo. ¡Tenía seis años, Bruno!

El padre del chico vuelve con un sobre rosa entre las manos.
-Ten, léela si quieres.

Azahara coge la carta, abre el sobre y saca los tres folios que hay en su interior. Es la letra de su madre, le recuerda bien porque conserva algún regalo con dedicatorias suyas. Lee bajo la atenta mirada de padre e hijo. Las lágrimas no dejan de brotar de sus ojos pero ella no trata de impedirlo como habría hecho en cualquier otra situación. Es tanto lo que esa carta le descubre, tanto lo que nadie ha querido contarle. Lo único que no le sorprende ni un ápice es que su madre no fuese feliz al lado de su marido, a veces Azahara deseaba haberse ido con ella como demuestran las marcas en sus muñecas. Acaba la lectura pero vuelve al principio de la página, a algo a lo que no había prestado demasiada atención pero que ahora se le antoja un problema y de los gordos. Unas palabras que se escriben en el fondo de su memoria.

-Azi, ¿estás bien? Estás muy pálida. ¿Quieres un vaso de agua?
-Tráeselo, hijo.

Azahara deja los folios sobre la mesa. El padre de Bruno la mira con ternura. El muchacho vuelve con el agua y ella se lo bebe a traguitos pequeños.

-Creo que será mejor que me vaya, tengo trabajo atrasado.
-Puedes llevarte la carta, ya he leído todo lo que necesitaba. Gracias.
-No hay por qué darlas.
-Eres la única persona que me ha hablado de ella y eso para mí significa mucho.
-¡Te pareces tanto a ella!

El hombre se va llevándose la carta consigo.

-No voy a marearme ni nada de eso. No me mires así, Bruno.
-Lo siento, es que yo no sé qué haría en tu situación. Probablemente me hubiese vuelto loco hace tiempo.
-No, hubieras seguido adelante, como todos.

Bruno clava su mirada en la de ella, en esos ojos vidriosos que transmiten tanta fuerza. El mundo se para a su alrededor, incluso deja de escucharse el tic-tac del reloj del salón, y están sólo ellos dos. Sus caras se van acercando pero tan lentamente que es casi inapreciable. Y justo cuando están a unos cinco centímetros, Azahara se aparta y se levanta.

-Tengo que volver a casa, mi hermano me espera.
-Cla…claro, ya hablaremos.
-Adiós, Bruno.

La puerta se cierra suavemente. Bruno se tira al sofá y entierra la cabeza en uno de los cojines.


-¿Cómo puedo ser tan idiota? He estado a punto de cagarla.