miércoles, 30 de enero de 2013


 
Al salir de clase, Azahara  se va a su casa y conecta su ordenador. Al abrir el correo electrónico, encuentra un mensaje de Ainara. Son  distintos concursos  de dibujo en los que podría participar. Tras leer de qué van descarta todos menos uno. Le comunica a Ainara su decisión y ella le promete conseguir la inscripción.  A la mañana siguiente, su mejor amiga aparece en su casa a las doce con unos papeles en la mano. Empiezan a rellenar los documentos hasta que llegan a uno que no pueden completar.
-Tenemos un problema. Necesitamos una autorización paterna.
-¿Tanto te conseguiría convencer a tu padre?- preguntó Ainara. Ella conoce lo fría que es la relación de su amiga con su padre pero desconoce lo espinoso de la historia.
-Es imposible, créeme. Dirá que es una pérdida de tiempo y que no merece la pena malgastar tiempo en esas tonterías.
-Pero no puedes dejar al mundo sin tu talento.
-Tendremos que olvidarnos de concursos.
-No, no pienso resignarme. ¿Y si le mientes?
-¿Qué dices? ¿Cómo voy a engañarle?
-Muy fácil: le dices que es para algo que te han mandado en el insti y ya está.
-Podría funcionar...
-Por supuesto que funcionará, confía en mí.

 

Las chicas hacen tanto ruido que Dani se despierta y acude a ver que pasa. Le cuentan la situación y él apoya la decisión de su hermana y la idea loca de la amiga de esta para conseguir la autorización. Esa misma tarde, Azahara coge el móvil y llama a su padre para informarle. El hombre coge el teléfono, después de dos intentos, con expresión malhumorada.
-¿Qué quieres?
-Hola a ti también. Necesito que me firmes una autorización para el instituto.
-¿Es necesario?
-Es obligatorio. ¿Puedo pasarme en un rato por tu casa para que lo firmes?
-Vale.
-Me paso en diez minutos, hasta luego.
-Adiós.

Azahara llega allí puntual y su padre le abre la puerta vestido todavía con el pijama a pesar de ser ya más de las cinco de la tarde.  Pasa al interior de la casa y escucha ruidos procedentes de la cocina, su madrastra estará trasteando por allí. Su padre apenas le dirige la mirada.
-¿Dónde están esos papeles que había que firmar?
-Aquí- Azahara saca los papeles y un bolígrafo porque sabía de antemano que su padre no tendría y se los acerca a su padre. Él no se molesta en leerlos como ya habían predicho Dani y Ainara y se los devuelve.
-Bueno, ya está ¿no?
-Sí, adiós.

Él ni siquiera se levanta del sofá para despedir a su hija. Ninguno de los dos quiere alargar ese momento así que ella abre la puerta y se va. No saluda a su madrastra, apenas la conoce y no es santo de su devoción. Es una mujer guapa, sí, pero más tonta que un capazo, hasta una rata es más inteligente que ella, si la ves de costado tienes que mirar por lo menos un par de veces para verla, parece casi anoréxica y  Azahara cree que es porque es demasiado vaga para hacerse la comida y además es alta, así que da la impresión de que hubiesen tirado de ella para estirarla y, por si eso fuese poco, bajo las camisetas cutres que lleva siempre se adivinan un par de pechos enormes que parecen pegados o enganchados con un imperdible, se gastó una millonada para poder implantárselos. En resumen, parece una muñeca anoréxica, pechugona y de lo más artificial.

 

Azahara regresa a su casa. Dani la espera tumbado en el sofá viendo la tele. La sonrisa triunfal que porta su hermana le avisa de que su plan ha salido a las mil maravillas.
-Azi, lo has conseguido. Es genial. Te dije que iba a salir bien.
-Sí pero queda lo mas difícil…
-¿Ganar? Eres la mejor, Azi. Además tú siempre consigues todo lo que te propones.
En eso lleva razón, si por algo se caracteriza Azahara es por su constancia. Jamás abandona un proyecto que haya empezado. Aunque la confianza que normalmente tiene en sí misma flojea en algunos momentos, especialmente en esos en los que tiene que mostrar su destreza en algún asunto.
 
 
Ainara se encarga de entregar la solicitud. El concurso estaba previsto para el día 30 de noviembre pero fue pospuesto por causas que tanto Azahara como Ainara desconocen. Al final reciben la noticia de que se celebrará el 11 de diciembre, sábado. La noche del 10, Azahara no consigue conciliar el sueño. Se tapa y siente calor, se destapa y siente frío. Da vueltas y más vueltas pero no consigue mantener los párpados cerrados más de un par de minutos. Se duerme sobre las dos de la mañana, pero no es un sueño tranquilo, sino encubierto por una terrible pesadilla. En ella, Azahara acude al concurso y una vez allí, está dibujando tan tranquila cuando aparece su padre y esa horrible esposa suya. Su padre le coge de la camisa y se la lleva fuera de la sala y le echa una bronca de padre y muy señor mío. Después, para castigarla y hacerla sufrir, se lleva a su hermano y lo mete en un internado y a ella la obliga a vivir con él y su mujer.
 
Azahara se despierta sudando y enciende la luz de su habitación. Intenta convencerse a sí misma de que sólo ha sido un sueño pero en su interior sigue teniendo serias dudas. Dani aparece en su habitación, los gritos de su hermana lo han desvelado. Azahara intenta convencerlo de que vuelva a su habitación pero él se niega a dejarla sola. Ninguno de los dos tiene intención de volver a dormirse así que Dani se dedica a asegurarle una y mil veces a su hermana que todo va a salir bien.
A las nueve deciden que es hora de levantarse. El concurso empieza a las doce y tienen que prepararse. Desayunan los dos juntos y después Azahara se ducha. Se pone un albornoz y con la ayuda de su hermano y de Ainara, que ha venido a ayudarla, se pone a hurgar en el armario para encontrar un modelito adecuado para la ocasión. Después de probarse por lo menos cinco conjuntos, los tres se ponen de acuerdo en su decisión: unos leggins que parecen vaqueros con una camiseta rosa de manga larga con un dibujo de un gatito, un chaleco negro y, encima de todo eso, su abrigo gris. Satisfechos todos con el traje, Ainara coge la plancha y le alisa el pelo. Con todo esto y casi sin darse cuenta se les hacen las once y media. Ya esta casi lista.
-Estás preciosa – dice Ainara - ¿Falta algo?
-Creo que no – contesta Azahara.
-¿Cómo que no? – protesta Dani - ¿Vas a pintar con la nariz?
-¡Es verdad!
Dani saca un estuche de la mesa-escritorio del salón y se lo ofrece a su hermana. Ella lo coge y se lo agradece. A las doce menos cuarto están todos preparados y listos para marcharse. Al llegar a la sala donde se llevará a cabo el concurso, de lo primero que se da cuenta Azahara es de que es una sala enorme, con las paredes pintadas de un azul mar y con diversos peces y animales marinos. Pero lo que más la sorprende, sin lugar a dudas, es que allí ya hay , por lo menos, cien o doscientos chicos y chicas más o menos de su edad y que no para de entrar gente. Su primer pensamiento es echar a correr y salir de allí lo antes posible, pero su hermano lo adivina y le dirige una mirada reprobatoria.
 
A las 12 en punto suena un timbre y aparece una mujer de unos cuarenta años de edad con un micrófono y un vestuario bastante pintoresco. Anuncia que el concurso comenzará en unos momentos y que todos aquellos que no vayan a participar deben abandonar la sala. Dani y Ainara se despiden de Azahara y se van. Ella se sienta en una mesa junto a dos chicos y tres chicas. Cada uno de los participantes lleva un cartelito con el nombre. A la derecha de Azahara, hay un chico llamado Aitor. A su izquierda una chica rubia bastante mona llamada Julia. Al lado de Aitor, una muchacha de nombre Esther. Junto a Julia una chica asiática llamada Yumi. Y entre Yumi y Esther, un chico llamado Bruno. El concurso consta de dos partes, como explica la mujer, entre las que hay un pequeño descanso. En primer lugar, tienen unas dos horas para realizar un dibujo que puede ilustrar un bosque, una playa o un paisaje urbano. Azahara se decide por el bosque principalmente porque nunca ha visto la playa y no cree que un paisaje urbano pueda ganar un concurso de estas características. La verdad es que tampoco ha visto ningún bosque, si descontamos un par de excursiones con el colegio, pero ha leído muchos libros que lo describen y había visto fotos en internet.
Empieza dibujando unas montañas de fondo, abajo en el centro un lago con piedras en el borde y a los lados del lago y en el resto un montón de árboles con la textura de sus hojas y todo, en el lado izquierdo y, como entrando en las montañas, un sol anaranjado y el cielo con algunas nubes. Y sombrea todo dando una impresión de volumen mucho más real. No le sobra casi nada de tiempo. En el descanso, Azahara no se levanta de su silla. Las chicas de su mesa se levantan y se van. Aitor también, en cambio Bruno se acerca a ella y se sienta a su lado. Azahara tiene la vista fija en la mesa.
-Esos ojos tan bonitos no están hechos para un trozo de madera – le dice Bruno.
 
Azahara levanta la mirada y entonces se fija por primera vez en el chico que ha estado enfrente suyo durante dos horas. Es guapo, más que guapo, tiene una belleza especial que hace que todo a su alrededor parezca mas luminoso, con más vida. ¡Y sus ojos! Son dulces avellanas brillantes. Su sonrisa es dulce y natural y deja ver unos dientes blancos pero no perfectos. Lleva una camiseta azul y pantalones vaqueros. Azahara no puede dejar de mirarle.

-¿No sabes hablar?
-Sí, es solo que estaba concentrada.
-Ah, vale. ¿Azahara?
-Sí.
-Nunca has venido aquí ¿verdad?
-No.
-No es muy común ver a gente nueva por aquí, ¿sabes? Siempre vienen los mismos. ¿Vas a alguna academia?
-No.
-Pues eres muy buena. He visto tu dibujo y es genial. ¿Por qué no te apuntas a alguna clase?
-Es complicado…
-Vale. ¿Has venido sola?
-Con mi hermano y una amiga, pero supongo que se habrán ido a casa. ¿Y tú?
-Yo vengo solo.
-¿Vas a decirme que no tienes amigos? Porque no me lo creo
-Tener tengo pero no son muchos y no es que sean de los que ves todos los días. Pero no pasa nada, puedo sobrevivir sin ellos.
 -¿Y tienes hermanos? ¿O eres hijo único?
 -Sí, tengo un hermano y nos llevamos bastante bien.
 
Se escucha de nuevo el timbre, esta vez marca el final del descanso.
 -Bueno, hay que volver a dibujar – dice Bruno – Buena suerte.
-Igualmente.
 Bruno se levanta y se sienta en su sitio. En un par de minutos la sala vuelve a llenarse.









 

martes, 22 de enero de 2013


Cinco kilos de maquillaje y tres tazas de café para ocultar que no ha dormido ni un solo minuto en toda la noche. Las primeras horas se entretuvo leyendo un libro, después viendo una película y al final escuchando música en su móvil. Todo lo necesario para no tener que aguantar las pesadillas. Azahara prepara el desayuno mientras su hermano enciende la televisión.

-No, Dani, apágala. Que si no te entretienes y no acabas nunca.

-Vale.

Resignado, Dani apaga la tele y desayuna en silencio.

Las clases son de lo más aburridas como había predicho Dani. Azahara se entretiene dibujando. El dibujo siempre le ha apasionado pero no ha podido dar clases de dibujo ni de pintura por falta de dinero. Durante la clase de matemáticas, se cansa de dibujar la vista que tiene desde de silla y empieza a dar rienda suelta a su imaginación. Cierra los ojos, coge un lápiz y un par de pinturas, y empieza a dibujar sin despegar los párpados. A simple vista parecen rayotes sin sentido pero poco a poco van cobrando forma. Cuando abre los ojos descubre un paisaje extraño y de lo más curioso en el que se entremezclan motivos de todas las estaciones. Aparecen frutales en flor sobre una cubierta de nieve y en un lago con una pequeña barca flotan hojas en color marrón y ocre y, en el cielo, brilla un precioso sol veraniego. Es un dibujo de lo más desconcertante pero a la vez es lo mas bonito que ha dibujado nunca. Ainara, su mejor amiga y compañera de clase, ve el dibujo y se queda boquiabierta.

-Jo tía, cada día se te da mejor. Parece tan real…

-No es para tanto.

-¿Que no es par tanto? Pero ¿tú te estás escuchando? Es el mejor dibujo que he visto en mi vida.

-Estás exagerando.

-No. Y deberías apuntarte a algún concurso o algo, seguro que ganabas.

-Eso si que no, no soy tan buena.

-Fíjate, además de dibujar mejor que los ángeles, eres tonta, tanto que eso no te deja ver que eres la mejor.

-¡Ainara! ¡Azahara! Podéis callaros para que los demás puedan escuchar la clase. – les interrumpe el profesor.

Se lanzan una mirada y luego se callan. Unos minutos después Azahara recibe una notita de su amiga: <<Aunque lo niegues mil veces seguirás siendo la mejor. Piensa lo del concurso, por favor>>. Lee la notita y acto seguido dirige su  mirada hacia el asiento contiguo. Ainara le mira con una sonrisa dulce y tímida. Arranca un trozo de papel de su libreta y le contesta: <<Vale, lo pensaré, pero no te prometo nada>>. Al recibir la nota, la cara de su amiga se ilumina con una sonrisa de satisfacción.

sábado, 19 de enero de 2013

Otoño


Marrones y grises se mezclan sin orden aparente. El viento sopla entre las ramas de los árboles. Las hojas secas alfombran el suelo. Un suave aguacero de noviembre refresca el ambiente. Todo le recuerda a ese fatídico día. Ahora, dos años después, la vida sigue como si nada hubiese pasado. Pero para Azahara todo ha cambiado.

 

Con apenas diecisiete años, Azahara, ha madurado hasta el punto de convertirse en una madre para su hermano pequeño. En su mirada puede apreciarse que su vida no ha sido sencilla. Es una mirada dura y triste a pesar de que sus ojos tienen un color verde intenso. Tiene cara de niña y rasgos ligeramente orientales. De pequeña estatura, su carácter es dulce e inquebrantable. Nadie diría que una persona de aspecto tan frágil pudiese haber sobrevivido tanto tiempo sin una madre a su lado. Ciertamente, su infancia fue bastante feliz porque sí pudo disfrutar de su compañía. Pero cuando contaba apenas seis años su madre murió al dar a luz al hermano de Azahara, Daniel. Azahara cuidaba de Dani con cariño. Intentaba darle todo lo que necesitaba pero no era capaz de hacerlo todo ella sola y, la poca ayuda con la que contaba no era suficiente, su padre no tenía fuerzas ni para hablar. Su abuela materna también aportaba lo que podía. Cuando Dani tenía un par de meses, su padre pareció volver a ser el mismo. Para Azahara fue una tortura. Cada noche, su padre se colaba en su habitación apestando a alcohol, se metía entre sus sabanas y abusaba de ella. De nada servían los ruegos y lloros de la niña. La situación continuó así unos meses más hasta que su padre encontró a una nueva novia y se olvidó casi por completo de la existencia de sus dos hijos. Se casó con ella cuando Azahara tenía doce años y se había ido a vivir con su mujer cuatro días después de la boda. En ocasiones acudía a visitarlos y se encargaba de pagar los gastos del piso en el que vivían los niños y de darles dinero para que pudiesen subsistir. Azahara, que prefería no tener que verlo cada día, se adaptó a la situación rápidamente. Unos años después, en otoño, sucedió algo que ella prefería olvidar.

 

Ahora, sentada en la butaca del salón, observa el paisaje otoñal de su ciudad natal. Dani, está jugando con la vieja consola de su hermana, no tienen suficiente dinero para comprar una nueva. Dani tiene once años pero es muy bajito para su edad y aparenta unos ocho. Su hermana todavía lo ve como un niño pequeño.

-Dani, deja la consola ya.
-Un poquito más, porfa.
-Cinco minutos, ni uno más.

Diez minutos más tarde, Azahara apaga la consola de su hermano.
-No…
-Hay que cenar. Mañana tienes que ir a clase y ya son las nueve.
-¡Es pronto! Además, mañana no vamos a hacer nada en clase, es el último día antes de fiestas.
-Aun así, a partir de mañana ya podrás quedarte hasta más tarde pero hoy te vas pronto.
-Jo…
-No te quejes.
-Azi, por favor.
-No.

Dani le mira con sus preciosos ojos azules verdosos. A su hermana le hechiza esa mirada suplicante, pero no cede, no quiere convertir a su hermano en un consentido. Antes de irse a dormir, Azahara lee sobre su cama y Dani llama a su puerta. No puede dormir, no deja de tener unas extrañas pesadillas a las que no encuentra ningún sentido. Azahara consuela a su hermano y cuando se duerme lo coge en brazos y lo lleva a su habitación. Ella sabe perfectamente el motivo de las pesadillas de su hermano, también ella las sufre cada diez de noviembre.