A mediodía, Azahara vuelve a casa, su alegría se refleja
también en el tiempo: el sol brilla en un cielo azul. Tal vez deba plantearse
salir de casa más a menudo, con Ainara sólo salía algún que otro viernes o para
alguna fiesta. Y la verdad es que le gusta la idea de salir por ahí con Bruno,
Sergio y Lía. Cuando llega a casa se da cuenta de que hay algo de lo que no se
ha acordado y que es demasiado importante como para dejarlo correr: esa maldita
frase en la carta de su madre. Las matemáticas no fallan y si eso es verdad
ella sería… No, no quiere ni pensarlo. No puede ser verdad. Mira en el reverso
de la foto de la boda de sus padres y sí, es esa fecha, ¿cómo iba a olvidarla?
Coge papel y un boli y escribe la operación. Igual. Las matemáticas no se
equivocan. Pero, alguien tiene que poder ayudarla, alguien tiene que saber la
verdad. ¡Su abuela! Sí, solo ella puede saber
si es verdad o se está volviendo loca. Tiene el móvil en la mano. Mira
la hora. Las dos menos veinte. Vuelve a mirar el teléfono. Busca en la agenda y
no tarda en encontrarlo. Y llama.
-Hola, cariño. ¿Qué tal estás?
-Bien, abu. ¿Y tú?-Con la cadera, hija, como siempre. Pero ¿qué querías?
-Hablar contigo, ¿puedo ir esta tarde a verte?
-Claro, ya lo sabes. ¿De qué quieres hablar?
-Te lo cuento esta tarde. Adiós, abu.
-Hasta luego, cariño.
Cuando llega a casa de su abuela el cielo está de nuevo cubierto.
-Mi niña preciosa.
-Hola, abuela.
-Te veo más guapa hoy.
-Cosas tuyas.
-Invenciones de una vieja chalada, ¿no? Bueno, ¿qué querías contarme?
No se atreve a contárselo. No se atreve a preguntar. Le
habla de Dani, de que está preocupada por sus estudios y cosas así. No es
mentira pero tampoco es lo que le ha traído aquí.
-Ay, niña, te preocupas demasiado, seguro que es una mala
racha, ya pasará.-Sí, ya pasará…
-Sí.
Entonces suena su móvil. Es Bruno. Se levanta y lo coge.
-Buenas tardes, señorita.-¿Buenas?
-Ahora son mejores. ¿Sabes? He estado hablando con Sergio y hemos decidido ir esta noche a una fiesta de un amigo suyo. ¿Te apuntas?
-¿Esta noche?
-Sí. Di que sí, porfa.
-Pero no tengo qué ponerme.
-No te preocupes por eso, Lía se encarga. Pero vente, que sin ti no es lo mismo.
-Vale.
-¡Bien! Entonces te paso a buscar en una hora y vamos a casa de Lía a prepararnos.
-De acuerdo.
-Adiós, Azi.
La chica guarda el móvil, coge el abrigo del perchero de la
entrada y se acerca a la mesa donde sigue su abuela.
-¿Ya te vas?
-Sí, tengo planes.-¿Ainara?
-No.
-Pásalo bien de todos modos.
-Gracias- abraza a la mujer y le da un beso en la mejilla.
-Te quiero, cariño.
-Yo también, abu.
La joven se va dejando a su abuela algo intranquila, la
conoce demasiado bien como para creerse lo que le ha contado. ¿Una fiesta?
¿Cómo se le ha ocurrido eso a Bruno? No es que tenga el cuerpo para fiestas
pero no podía decirle que no a Bruno. Además, no puede ser tan malo, ¿no?
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