viernes, 22 de marzo de 2013

Cocinillas (2)


Se ponen con el postre. Bruno saca las natillas de la nevera y se ponen a aplastar galletas.

-No, así no- le corrige Bruno- tienes que cerrar el puño y girar la muñeca.
-¿Así?
-Sí, mucho mejor.
-¿Cómo piensas hacer el yogur de frutas?
-Triturando frutas y echándolas en un bol lleno de yogur natural. ¿Empezamos ya?
-Sí, ¿qué fruta vamos a poner?
-Hay manzana, uvas, fresas…
-Fresas no
-Cierto, que ya hay, pues también hay naranja, plátanos…¿de qué lo hacemos?
-Yo diría que de naranja, manzana y plátano porque las uvas no me pegan mucho.
-Vale, te encargas tú de las naranjas ¿no?

Ella pela varias naranjas mientras él se encarga de un par de manzanas y tres plátanos. Lo juntan todo en un bol y con la batidora hacen una especie de puré de frutas.
-No tiene muy buena pinta- opina Azahara.
-Ya… ¿y qué hacemos? ¿Sólo dos salsas?
-Creo que va a ser lo mejor.
-¿Y qué hacemos con esto? ¿Lo probamos?
-No hay huevos.
-¿Que no? Mira- Bruno coge una cuchara y la llena del puré. Se acerca la cuchara a la boca y se lo come-. Umm, está muy bueno, pruébalo.
-No, no, yo no pruebo eso.

Bruno coge otra cucharada del puré y se acerca a su amiga.
-No te acerques más, Bruno, que no.

El chico no obedece así que ella echa a andar marcha atrás hasta que su espalda choca contra la nevera. Bruno se ríe.
-Estás atrapada, lo vas a probar
-No, Bruno, por favor.

La cuchara se cada vez está más cerca de la cara de Azahara.

-Vale, vale, ya lo pruebo, pero yo solita, dame la cuchara.

Bruno se la da y se echa hacia atrás. Mientras la chica se acerca la cuchara a la boca y lo prueba, él coge el bol con el resto del puré y vuelve a situarse cerca de su amiga. Y antes de que ella se dé cuenta de lo que sucede él unta su mano en el puré y le extiende el puré por la cara a Azahara.

-¡¡Bruno!!- grita ella y contrataca echándole lo que queda del puré de  la cuchara en la cabeza.

Bruno la mira dispuesto a utilizar el resto del puré en su contra. Ella lo mira con cara de cordero degollado como suplicando con la mirada un poco de compasión, lo que podría hacer que el joven desistiese de sus intentos. Pero la sonrisita pícara de la muchacha le incita a seguir con el jueguecito. Agarra el bol con las dos manos y, lentamente lo va poniendo sobre la cabeza de Azahara. Ella le chilla que no e intenta escapar pero está en una esquina de la cocina con su amigo delante y la puerta fuera de su alcance.

-¿Qué estás haciendo?- es la voz de Hugo la que frena al chico.
-Nada, nos estábamos divirtiendo.
-Tal vez vosotros sí, pero no creo que los vecinos lo encuentren muy divertido, vuestros gritos se escuchan por todo el edificio. Y, por cierto, deberíais miraros en un espejo.

Los dos jóvenes se recorren con la mirada el uno al otro y estallan en una gran carcajada.
-No te muevas de aquí, voy a por la cámara, quiero un recuerdo de esto-dice Bruno cuando consigue parar de reírse. No tarda en volver con una cámara azul en la mano-. Hugo, porfa, haznos una foto.
-¿Es necesario?
-Sí, ven, acércate Azahara.

El flash ciega a la chica que se queja, pero él no le hace caso y le da una cacerola para que se la ponga en la cabeza. Otra foto.
-Ya está, ¿no? Id a limpiaros un poco. ¿Habéis hecho algo comestible o llamo a la pizzería?
-No llames a nadie, lo tenemos todo listo.
-Perfecto, id a lavaros. Yo me encargo de arreglar un poco este desaguisado y de poner la mesa.

Azahara sigue a Bruno por el pasillo. Entran en la tercera puerta a la derecha. Es un baño bastante amplio iluminado por los rayos de sol que se cuelan por una ventana de cristal traslúcido. El baño también está decorado con un estilo moderno como la cocina pero usando en esta ocasión azulejos de varios colores. Sobre el lavabo hay un espejo de grandes dimensiones. Bruno se lava sin levantar la mirada del lavabo. Ella, en cambio, prefiere  ver qué aspecto tiene. Su mirada va al espejo y lo que hace que suelte una carcajada y, a continuación, meta las manos bajo el chorro de agua y se lave la cara. Se sacude también la harina que lleva en la camiseta y en los brazos y se dice a sí misma que no hay nada que pueda hacer por su pobre pelo que tiene un ligero color grisáceo. Cuando acaba de limpiarse se da cuenta de que Bruno está esperándola en la puerta. Abandonan el baño y mientras atraviesan el pasillo, Azahara le pregunta:
-¿Quién ha decorado tu casa? ¿Tu madre?
-No. ¿Por qué?
-Simple curiosidad.
-Fue mi padre. Se le da muy bien estas cosas así que mi madre confió en él.
-Yo también lo haría viendo el resultado. ¿A qué se dedica?
-Trabaja en una oficina, no sé muy bien qué es lo que hace. Pero en su tiempo libre le gusta pintar. De ahí mi gusto por la pintura y el dibujo, aunque lo que yo hago no llega ni de lejos a los cuadros de mi padre. Es una pena que no pueda enseñarte alguno.

Azahara y Bruno entran en el salón-comedor donde Hugo les espera con la mesa preparada. Comen manteniendo una agradable conversación hasta que cuando están acabando con las albóndigas cuadradas Bruno dice algo que molesta a su hermano.

-Le he hablado a Azahara de los cuadros de papá, ¿podría enseñarle alguno?
-No, ya sabes que no le gusta que se vean sus cuadros.
-Pero uno de los viejos, de los que hay en el desván. Seguro que ni se da cuenta de que los hemos visto.
-He dicho que no.
-Hugo, no seas aguafiestas.
-No vas a ir a ver esos cuadros, ¿de acuerdo?
-Pero…
-Prométeme que no vas a ir.
-Vale.
-Me voy, ya no tengo hambre.

Hugo se levanta de la mesa y desaparece por el pasillo. Bruno se encoge de hombros cuando Azahara le mira y se va a por el postre. Azahara se come el último bocado de albóndigas que queda en su plato y bebe un trago de agua. No le gusstan nada las peleas entre hermanos. Ella y Dani casi nunca discuten y normalmente es por asuntos de lo más insustanciales y el enfado les dura más bien poco. Bruno llega con el postre.

-Creo que hemos hecho mucho para dos opina ella.
-Da igual, lo que sobre lo guardo en la nevera, seguro que se lo come para merendar.
-¿Va a merendar? Pero si son las cuatro y aún no hemos acabado de comer.
-Hugo siempre merienda, la merienda es sagrada para él- dice mientras pincha con el tenedor una fresa y la unta en las natillas-. ¡Está buenísimo! Pruébalas.

Ella coge una y hace lo que le ha dicho. Comparte su opinión. Pero, a pesar del sabor dulce de la fruta, no consigue quitarse el sabor amargo que le ha dejado la discusión de los hermanos.

Cuando ya no son capaces de tragar ni una sola fresa más, recogen todo y friegan los platos. A las ocho la chica decide que ya es hora de irse a casa y él la acompaña.

Hace frío así que caminan deprisa. Pero el frío no le quita las ganas de hablar a Bruno que no calla en todo el camino. La muchacha prefiere no intervenir hasta que llegan a su portal. Una vez dentro él se calla y ella toma la palabra.
-El viernes hacemos cine en mi casa, no es como lo que tú me llevaste a ver pero hay una peli y palomitas y eso. Estarán mi hermano, mi prima y su novio y Ainara. ¿Te apuntas?
-Claro, pero ¿tu madre nos deja?
-Mi madre murió.
-Ay, lo siento, no pretendía…
-No te preocupes, no soy de esas que no soportan escuchar que su madre está muerta.
-¿Y tu padre?
-Él sigue vivo.
-¿Y cómo es tu relación con él? ¿No va a prohibirte lo de la peli?
- No, ni siquiera va a enterarse, no vive en mi casa.
-¿Y eso?
-Es complicado. Entonces ¿vienes o no?
-Sí, claro ¿cuándo me ha perdido yo una peli?
-Te espero entonces. Tu hermano también puede venir si quiere, aunque esto no se pueda comparar a su cine.
-Se lo diré.
-Tengo que irme.
-Pues adiós, Azahara.
-Llámame Azi, Azahara es muy largo, ¿no?
-Azi entonces.
-Hasta el viernes.

Azahara entra en su casa y lo primero que hace es darse una ducha para quitarse bien toda la harina que todavía lleva incrustada en el pelo. Al salir se pone el albornoz y se va a su habitación. Se tumba en la cama mirando el techo. Piensa en ese día, en lo bien que lo ha pasado con Bruno, en lo increíblemente bien que se sientes cuando él está a su lado, en las sonrisas que se pelean por llegar a sus labios cuando él aparece, en lo guapa que se siente cuando él la mira, en lo superfluo que se vuelve todo cuando él llega, en cómo su corazón se dispara cuando le ve sonreír, en todo lo que siente cuando está cerca. Últimamente piensa mucho en Bruno, incluso más de lo que a ella le gustaría. Hay ocasiones en las que piensa ,que tal vez, su prima tenga razón y es e chico sí quse le guste a pesar de todo. Y entonces, ¿por qué lo niega? ¿Por qué no dice que sí, que le gusta? ¿Por qué no es capaz de enfrentarse a la realidad? Ni ella misma lo sabe, sól puede asegurar que Bruno le hace sentir algo que nunca había sentido por nadie y esa afirmación le hace sentirse tontamente feliz.

Unos golpecitos en su puerta la sacan bruscamente de sus pensamientos.
-Adelante.
-¿Molesto?- la cabeza rubia de Leo aparece por la puerta seguida por el resto de su cuerpo.
-No, no estaba haciendo nada.
-Verás, es que la semana que viene es el cumpleaños de Irina y todavía no sé qué regalarle, y he pensado que tú podrías ayudarme.
-¿Yo?
-Sí, tú la conoces mejor que nadie ella te lo confiaría todo, Azi. ¿Vas a ayudarme?
-Sí claro, dame unos días para pensarlo, ¿vale?
-Gracias, sabía que podía contar contigo.

Leo se va y cierra la puerta.

-Sí, todo el mundo puede contar conmigo- se dice a sí misma pero en voz alta y con un deje cansado en la voz. Ella siempre está dispuesta a ayudar al que la necesite pero cuando es al contrario se ve siempre sola y  ya empieza a cansarle esta situación.

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