miércoles, 27 de marzo de 2013

(un mal día)O no tanto


-¿Eres tú el hada de las nieves de la que dicen que goza de gran hermosura y un enorme corazón?
-¡Bruno! No te había visto. ¿Te has despertado poético hoy?
-Un poco. ¿No tienes frío?
-No.
-¿Qué haces aquí sola? Te hacía en tu casa con tu familia.
-Pues ya ves que no, tenía que salir a respirar un poco.
-Te entiendo yo a veces también siento que necesito escapar. Joder, ¡qué frío! Anda, vamos a mi casa, allí se está bien.
-Vale.

Cuando entran en el apartamento del chico Azahara se da cuenta de lo helada que está.
-¿A que se está mucho mejor aquí dentro?
-Sí. ¿Tu hermano no está en casa?
-No, estará trabajando en alguna de sus películas o por ahí de fiesta.
-Más bien lo primero, ¿no? Hugo parece muy responsable.
-Sí, pero cambiando de tema, ¿te apetece comer algo?
-No te molestes.
-No es molestia, ¿quieres un bocata o algo?
-No hace falta, en serio, estoy bien.
-Un bocadillo de jamón entonces.

Azahara no puede evitar que una sonrisa ilumine su semblante. Bruno hace que todas sus preocupaciones se evaporen con sólo una sonrisa.
-No he encontrado jamón así que te he traído unas galletas de chocolate. No te importa, ¿verdad?
-No, me encanta el chocolate.
-A mí también-bruno coge un par de galletas y le entrega una a Azahara.- enciende la tele si quieres.
-Me da igual, ahora no hay nada interesante.
-¿Y entonces qué hacemos?

La joven se encoge de hombros.
-¡Tengo una idea! Te enseñaré unos cuadros de mi padre.
-Pero, tu hermano no quería que fuésemos a verlos.
-¿Le ves por algún sitio? Yo no.
-Pero no deberíamos desobedecerle.
-Venga Azi, no seas una niña buena, es mucho más entretenido saltarte las normas, te lo digo por experiencia. Además, ¿no te apetece verlos?
-Sí, pero…
-Pues ya está. Ven, coge el abrigo que ahí arriba hace fresquito.
El desván no es tan amplio como el resto de la casa pero hay quien vive en menos metros cuadrados.
-No hay luz así que hay que usar linternas. Solo tengo una, no te separes de mí.
-De acuerdo.

Bruno guía a  su amiga a través de viejos muebles y juguetes esparcidos por el suelo. Llegan a la pared más alejada de la puerta. Algo de luz se cuela por una ventana se apenas un palmo de ancho y otro de alto y que tiene el cristal tan sucio que a primera vista pasaría, si no por opaco, por lo menos por traslúcido. En la esquina, bajo la ventanita, una sábana cubre unos lienzos. El joven aparta la tela con cuidado. La mayoría de los cuadros muestran paisajes que hacen viajar al que  los mira a los lugares remotos que retratan. Otros dejan ver a personas, unas felices, otras no tanto, una incluso llora, pero todas ellas parecen tan reales como si estuviese ahí mismo.

-Son increíbles.
-Te lo dije. Y esto no es lo mejor. Sus mejores obras las guarda en ese cuarto de ahí- señala una puerta negra de metro y medio y que parece no haber sido abierta en mucho tiempo-. Esos no los he visto ni yo. Desde pequeño me lo prohibió y creo que esa es la única regla que he cumplido en mi vida.
-¿Qué es eso?
-¿El qué?
-Ese ruido, ¿no lo has oído? Parecen pasos acercándose.
-¡Mierda! Tiene que ser Hugo. Tenemos que escondernos, como nos pille nos va a caer una buena.
-¿Dónde?
-Al cuarto, rápido.
-Pero…
-Azi, entra.

Bruno la empuja al interior y apaga la linterna. Segundos después se oye una llave en la cerradura y pasos. Más pasos. Una bicicleta. Más pasos. Un portazo. Otra vez la llave. Bruno suspira. Azahara también, y sólo cuando ya no se oye ni un solo paso lejano seda cuenta de que está cerca, muy cerca de su amigo. No lo ve pero escucha su corazón latiendo junto a su oreja. Entonces él enciende la linterna. Como había intuido sól unos centímetros los separan. Busca sus ojos y sus miradas se encuentran. Y en ese momento sus labios se rozan brevemente casi sin darse cuenta. Los labios de él saben a chocolate y son carnosos. Los de ella son finos y suaves y también tiene ese saborcillo dulce. Se separan casi de inmediato y, al hacerlo, Azahara tira un taburete que se cae estrepitosamente.

-Lo siento.
-No, no pasa nada, ahora lo recojo.
-Será mejor que me vaya, se hace tarde.

La joven sale del cuarto. Él recoge el asiento y descubre que, al caer, ha tirado una tela que cubría unos cuadros. El primero de ellos muestra a una joven tumbada en un antiguo sofá. Bruno juraría que la mujer del cuadro es Azahara. Tiene sus mismos ojos, sus mismos labios, su misma mirada… ¿Cómo puede tener su padre cuadros de una chica a la que él acababa de conocer? Coloca de nuevo la tela sobre el cuadro y cierra la puerta al salir. Su cara debe mostrar la impresión que le ha causado la visión del cuadro.
-¿Estás bien?
-Perfectamente. Vámonos.

Se despiden y la chica se va a su casa a ritmo rápido. Si alguien la hubiese visto habría creído que huía de algo o de alguien. Sólo cuando llega a la seguridad de su habitación se relaja. Lo ha besado, bueno, se han besado. ¿Por qué? Intenta convencerse a sí misma que ha sido por la tensión contenida tras la aparición de Hugo pero en el fondo ella sabe que quería que eso pasase, lo llevaba deseando desde que lo conoció. Pero ¿y él? ¿También quería que pasase o sólo había respondido a su beso? ¿Qué habrá sentido? Porque ella se siente llena de felicidad, es una sensación tan fantástica que no quiere que desaparezca nunca. Al final decide que lo mejor será hacer como si ese beso no hubiese existido, la amistad de Bruno vale mucho como para perderla por una tontería. Porque es eso lo que ha sido, una tontería, ¿no?

Llaman a la puerta de su cuarto. Es Irina.
-¿Dónde has estado? Te he llamado como cien veces- no se lo recrimina a pesar de las palabras.
-Lo siento, tenía el móvil en silencio- lo busca en el bolsillo de su abrigo. No está. Y el bolsillo estaba abierto. Se le ha tenido que caer en casa de Bruno.
-Da igual, sólo quería saber si  estabas bien.
-Estoy bien.
-Azi, he estado pensando y lo mejor será que nos vayamos.
-¿Qué dices? No, no. Si es por lo de hoy, perdóname, es que no he tenido un buen día.
-No es por eso, es por todo. Gracias por habernos acogido, en serio, pero es hora de que te dejemos vivir tu vida.
-No hace falta, os podéis quedar el tiempo que necesitéis.
-Ya te hemos molestado bastante, mañana nos largamos.
-No os vayáis.
-No vas a conseguir que cambie de opinión. Muchas gracias por todo, nunca podré olvidar lo que has hecho por nosotros.
-¿Y qué vais a hacer?
-Un amigo de Leo se ha comprado un piso y busca compañeros.
-¿Y dónde está? ¿Podré ir a verte?
- Podréis visitarme siempre que queráis, tú y Dani, ya lo sabes. Además nuestra casa no está lejos de aquí así que puedo venir a veros cuando quiera.
-Vale.
-Te tendré al tanto de todo siempre y cuando tú me cuentes todo lo que pase con ese novio tuyo.
-No es mi novio- pero no lo dice tan convencida como otras veces sino como quien dice la hora.
-Tiempo al tiempo, Azi.

 

Mientras, Bruno también se ha encerrado en su habitación para darle vueltas a lo del beso. Le gusta Azi, eso lo sabe de sobra, pero lo que siente por ella va más allá de una simple atracción y no piensa echarlo a perder por ir demasiado así que no piensa mencionar nada de ese beso a no ser que ella saque el tema.
Y lo del cuadro, esa es otra historia. Por más que lo ha pensado no acierta a concluir las razones por las que su padre  puede tener un cuadro de Azi. Si se lo pregunta le caerá una buena bronca por haber  entrado en el cuarto prohibido, pero su curiosidad hará que se arriesgue de todos modos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario